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Ignacio Piñeiro (Muere en el 12 de Marzo de 1969). Emblemático Contrabajista, Compositor y Director del "Septeto Nacional". Artífice de un sinfín de éxitos salseros.

13.03.2010 23:23

Ignacio Piñeiro le puso sombrero, traje, cuello y corbata al son

El Septeto Nacional, fundado por Ignacio Piñeiro en 1927, es una agrupación renombrada que ha grabado varios discos y que ha realizado numerosas giras por el mundo. De todas formas, las puertas del mercado musical se abren con más facilidad, si uno está nominado a Grammy.

"Lo que sí es lógico es que, al estar nominado a los Grammy, aumente la demanda del Septeto Nacional, porque todo el mundo, sobre todo los que no lo conocen, quieren verlo, ya que lo que más se está difundiendo es Buena Vista Social Club, que es parte del son cubano, aunque no sea todo el son cubano. La reacción es normal porque los amigos de Buena Vista Social Club tienen una calidad extraordinaria, pero son distintas maneras de hacer el son. Buena Vista Social Club es un proyecto que tiene 5 ó 6 años, mientras que el Septeto Nacional tiene 77".

¿Cómo surgió el son y cuál es el origen de la palabra?

"El son cubano es música y es baile. El origen de la palabra nadie lo ha podido explicar. Se supone y siempre se dice que uno baila al son o al compás de algo. Y la palabra son apareció así: Vamos a sonear, como decir vamos a bailar, vamos de fiesta. Entonces este vocablo identifica un género de la música cubana que apareció a principios del siglo pasado. En 1900 aproximadamente aparece ya en Santiago de Cuba. Por eso se dice que la zona oriental de la Cuba montañosa es la tierra del son".

¿Cómo fue creado el tres, uno de los instrumentos más típicos para el son?

"Lo crearon los guajiros que, como no podían comprar un piano y no había guitarras españolas, se pusieron a inventar y crearon este instrumento que es el único que sustituye a un piano de orquesta. Con algunos utensilios domésticos, al principio, como cuchillos, etc., y materiales de la naturaleza, vainas que sonaban chiqui - chiqui - chiqui, se construyeron los primeros instrumentos para el son en el campo".

Con el tiempo, el son seguía desarrollándose hasta que llegara desde la zona oriental de Cuba a La Habana.

"En la Habana se urbaniza el son, es decir, que el son del campo se hace más elegante. Incluso en principio estaba prohibido tocar el son en los salones burgueses. El mérito de haber introducido el son en los salones y fiestas de la burguesía en La Habana lo tuvo Ignacio Piñeiro. Porqué él hizo una mezcla del son oriental con componentes de la religión africana y de otros elementos más, confiriéndole un nuevo estilo. Piñeiro coge todos esos elementos y en sus composiciones empieza a hacer estas obras. Hasta el momento en que Piñeiro hace toda esa fusión de distintos géneros, el son era de estilo oriental, a partir de allí decimos que hay una nueva etapa del son, porque Piñeiro le puso sombrero, le puso traje, cuello y corbata al son".

Se dice que Piñeiro fue el primero en incorporar una trompeta a un sexteto.

"Los estudiosos no se ponen de acuerdo. Hay quien dice que alguien introdujo la trompeta en el septeto, hay quien dice que no fue Piñeiro. Quién introduce la trompeta en el septeto todavía está en discusión, pero sí te puedo asegurar que Piñeiro fue el primero que realizó una grabación de un sexteto, que eran seis personas más el trompetista Lázaro Herrera, que murió hace poco. La primera grabación de un septeto sonero en Cuba que introduce la trompeta, la llevó a cabo el Septeto Nacional de Ignacio Piñeiro".

 

Ignacio Piñerio y la historia de Echale salsita

La historia del son está llena de anécdotas interesantes. Casi todos los sones tienen como tema asuntos tomados de la realidad, de la vida cotidiana, personajes populares, sucesos simpáticos, sátira siempre unida al humor y la picardía que caracteriza al cubano.

A principios del siglo XX, cuando no existía la televisión y la radiodifusión era aun incipiente, las visitas y los paseos eran la diversión de los abuelos. Un viaje a cualquiera de los municipios cercanos a lo que ahora es la gran ciudad de La Habana o la vecina provincia de La Habana, eran toda una aventura placentera. Así se caracterizaron algunos lugares que se hicieron populares por su ofertas gastronómicas. Se hicieron famosos los panques de un pueblo llamado Jamaica, los panes de Los pinos nuevos, de Bejucal, y las butifarras de El Congo, en Catalina de Guiñes, entre otros.

Muchos noctámbulos, después de disfrutar de una fiesta y quizás para reponerse de algunos tragos de más, viajaban hasta Catalina para rematar una madrugada de juerga con Buena comida criolla en El Congo. A una de esas incursiones se refiere Ignacio Piñeiro en un son que se interpreta todavía por numerosos artistas, tanto en Cuba como en el extranjero. Se llama “Échale Salsita”, que Piñeiro popularizó con su Sexteto Nacional.

Este músico había nacido en La Habana el 21 de mayo de 1888. Criado en el popular barrio de Pueblo Nuevo, fue rumbero, cantante y organizador de los llamados coros de clave, agrupaciones de voces femeninas y masculinas que ensayaban y recorrían cada barrio de La Habana, rivalizando en días de fiesta. Ignacio Piñeiro fue el director de uno de los más famosos, Los Roncos, pero es en el son donde llegó a ser una de las figuras más relevantes. Mas allá de las excelencias musicales, supo, siguiendo la tradición de estos artistas del pueblo, tomarle el pulso a la vida cotidiana y reflejar en sus composiciones, tanto en el tema como en la atmosfera Sonora, los distintos avatares de los momentos en que le toco vivir. Seguido por bailadores y grabado desde sus inicios con el sexteto, siempre gozó de la mayor popularidad.

Era la época en que se construía la carretera central, importante vía de comunicación para el desarrollo de la isla en aquellos años. Muchos trabajadores encontraron alivio a su difícil situación económica incorporándose a las duras tareas de la construcción. Los pueblos y ciudades por los que pasaba la carretera, se veían beneficiados no solo para el transporte de sus productos, sino por el paso de los viajeros. Uno de esos pueblos fue Catalina de Guiñes, en la actual provincial de La Habana y muy cerca de la capital. En Catalina, vivía y trabajaba El Congo, un negro llamado Guillermo Armenteros, que se ganaba la vida en un modesto puesto donde servia los más variados fiambres. Chicharrones, frituras de todas clases y otros platos típicos de la cocina criolla, sobre todo basados en la carne de puerco. El Congo le decían por su piel oscura, porque vestía siempre de blanco y mantenía su negocio con extrema pulcritud. La especialidad que lo hizo famoso fue la butifarra, que preparaba con cerdo y una sazón muy propia, que hizo que su receta resultara inigualable. A El Congo se refieró Piñeiro cuando dice en su son: “En Catalina me encontré lo no pensado, la voz de aquel que pregonaba así: "Échale salsita!” Esta última frase fue la que se convirtió en sabroso estribillo.

El negocio de El Congo prosperó. Su historia se parece mucho a la de otros restaurantes que han proliferado en La Habana y en otras partes, y que han logrado el éxito y la popularidad precisamente por lo poco convencional de su oferta o por la personalidad de los que lo regentean. Aquel modesto puestecito se transformó en un restaurante moderno, el lugar más importante del pueblo. Por allí pasaban los viajeros en ómnibus o en autos y se detenían a comer. Los que dirigían a la provincia de Matanzas y a Varadero, muchos artistas y gente conocida, se detenían allí. El Congo se convirtió en un lugar típico, como La Bodeguita del Medio, en La Habana, o La Casa de Pedro el Cojo, en Santiago de Cuba.

El Congo de Catalina de Guiñes, como era conocido el restaurante en honor a su fundador y propietario, decayó un tanto con la construcción de la Vía Blanca, carretera que pasa por la costa norte, pero siempre se mantuvo en la preferencia de los que transitaban por aquel punto de atracción del pueblo de Catalina de Guiñes.

De las famosas butifarras nos canta Piñeiro en su son: “No hay butifarra en el mundo como la que hace El Congo”. Fue la música, el son, lo que inmortalizó a El Congo y lo hizo pasar al acervo de nuestros personajes populares.

 

 

 

 

 


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